Un Tiempo para vos
MIL SOLES ESPLENDIDOS -- PROYECTO#CUARENTENA
“EL MUNDO” de Eduardo Galeano
Un hombre del pueblo de Neguá,
en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.
A la vuelta contó.
Dijo que había contemplado desde arriba,
la vida humana.
Y dijo que somos un mar de fueguitos.
-El mundo es eso -reveló- un montón de gente,
un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás.
No hay dos fuegos iguales.
Hay fuegos grandes y fuegos chicos
y fuegos de todos los colores.
Hay gente de fuego sereno,
que ni se entera del viento
y gente de fuego loco
que llena el aire de chispas.
Algunos fuegos, fuegos bobos,
no alumbran ni queman;
pero otros arden la vida con tanta pasión
que no se puede mirarlos sin parpadear,
y quien se acerca se enciende.
(De Eduardo Galeano “EL LIBRO DE LOS ABRAZOS”, texto en prosa de un
contenido lírico notable)
SIMPLES E INOLVIDABLES
Palabras que escuche cuando era pequeña pero han quedado guardadas en mi corazón porque muestran en palabras simples la grandeza de algunos sentimientos humanos
LA HERMANA - EDUARDO MARQUINA
Verano, agosto: declinaba el día,
pintado el cielo de vapores rojos,
y volvían, pisando los rastrojos,
dos niños -ella y él- a la alquería.
Ella callaba; el chiquitín decía:
"-Yo era un soldado, y cuanto ven tus ojos,
no eran parvas de trigo, eran despojos
de una batalla en la que yo vencía".
"-Pero, ¿y yo?" "-Deja, espera: ebrio de gloria,
yo volvía después de la victoria
y a ti, que eres la reina, te llamaba..."
"-No..., no...; la reina es poca cosa;
yo era-dijo la chiquitina- una enfermera;
¡y tú estabas herido... y te curaba!"
PALABRAS DE MI MADRE - OLEGARIO ANDRADE
Ven para acá, me dijo dulcemente
mi madre cierto día.
(Aún parece que escucho en el ambiente
de su voz la dulce melodía)
– Ven y dime qué causas tan extrañas
te arrancan esa lágrima, hijo mío,
que cuelga de tus trémulas pestañas
como gota cuajada de rocío.
Tú tienes una pena y me la ocultas;
¿no sabes que la madre más sencilla
sabe leer en el alma de sus hijos
como tú en la cartilla?
¿Quieres que te adivine lo que sientes?
ven acá pilluelo,
que con un par de besos en la frente
disiparé las nubes de tu cielo.
Yo prorrumpí a llorar. - Nada -le dije.
– La causa de mis lagrimas ignoro,
¡ pero de vez en cuando se me oprime
el corazón y lloro !…
Ella inclinó la frente pensativa,
se turbó su pupila,
y enjugando sus ojos y los míos,
me dijo más tranquila:
– Llama siempre a tu madre cuando sufras,
que vendrá muerta o viva;
si está en el mundo, a compartir tus penas;
y si no, a consolarte desde arriba.
Y lo hago así cuando la suerte ruda,
como hoy, perturba de mi hogar la calma,
invoco el nombre de mi madre amada,
¡ y entonces siento que se me ensancha el alma !
Testimonio Provida
CONOZCAMOS A TITO -
MAS SOBRE TITO
SOLO VINE A HABLAR POR TELEFONO
VERSION AUDIOVISUAL
PALABRAS VARIADAS PARA ESCUCHAR
LA CONSECUENCIA DE VIAJAR A DISNEY A LOS 15
Corría el año 1999 y los padres de Ana Lorena caminaban por las paredes. La nena cumplía 15 al año siguiente y no sabían como hacer para pagar el viaje a Disney. El papá Antonio y su mamá Ana María, laburantes de clase media, le había propuesto a la adolescente hacer un festejo íntimo para la familia y amigos en el Salón del Sindicato de los Trabajadores de la Hortaliza en Ugarteche, pero la pendeja los sacó re cagando. La influencia de sus amiguitas del Colegio Compañía de la Santa Trinidad del Corazón de la Virgen Desatanudos habían hecho mella en sus intereses y gustos. Hacer ese tipo de festejo era de “grasa” y la nena quería Disney a como de lugar.
Ana Lorena pensaba que sus padres tenían la obligación de pagarle el viaje, y así se los hizo notar en una discusión de sobremesa de ravioles con tuco y Tinelli en la pantalla de la tele:
– ¡Si no me pagan el viaje a Disney los voy a odiar toda la vida! Pili, Trini, Luli, Mimi, Chichi y Candi viajan, ¿y yo me voy a quedar acá? ¡Los odio! ¡Los odio!
Les dijo gritando mientras se levantaba de la mesa y corría hasta su cuarto llorando. Obviamente que dicha escena fue influenciada por las novelas de Cris Morena que la niña consumía.
Los padres se replantearon la educación de su hija. El esfuerzo sobrenatural para pagar la cuota de un Colegio Católico de Clase Media aspiracional, de dudosa calidad educativa y valores hipócritas, pero que la hizo codearse con gente “bien”, fue un arma de doble filo y empezaba a traer sus consecuencias.
La burbuja de los 90 permitieron que Antonio y Ana María pudieran tarjetear parte del viaje y carroñear una guita por ahí, cada vez que llegaba el resumen al padre se le fruncía el culo. Así “Ani” viajó con todas sus amigas de diminutivos sobrenombres.
Luego de 15 días de alocada diversión e histeriqueo con algún coordinador medio pajero, la niña retornó a Mendoza con el bolso tan lleno de boludeces que no entraba en el baúl del Duna azul con GNC. Ana estaba feliz de salir del aeropuerto con un buzo GAP que lo uso como hasta los 25 años.
Lo que sus progenitores no sabían era que esas dos semanas de disfrute y goce primermundista, más la nube de pedos en la que vivía junto a sus amigas clase media-media alta, le gestaron en su cabeza una realidad paralela que no entendía o no quería entender. La piba se pensaba que sus padres cagaban guita, y así se los hizo notar a la hora del viaje de egresados, que obviamente le pagaron a regañadientes, reventando la de crédito nuevamente. Iban a tener el Duna mucho tiempo más.
Esa dimensión de fantasía gestada en Magic Kindom, entre Mickey y malvaviscos acompañó a Anita toda su vida. Al salir del secundario no sabía que poronga hacer, se tomo un año sabático que se transformaron en tres. El primer año se rascó las bolas a dos manos, se puso de novia con un careta amigo de sus amigas y jugaba a ser un personaje de “Son Amores”. Al segundo año su padre la obligó a conseguirse un laburo porque ya no le iba a bancar más guita para que saliera a serrucharse por ahí con su noviecito.
Consiguió un laburo en una casa de ropa en un centro comercial cheto. Al tiempo se separó del pendejo careta porque la gorreó con Pili, que se había operado las tetas y estaba hecha una bomba. Después de un año de depresión y borracheras bolicheras se operó las gomas para elevar su autoestima (los viejos seguían con el Dunita). Se levanto a su jefe que la tenía de amante. Se cansó de ser la segunda consciente, se cambió de laburo después de darse por despedida y cobrar unos lindos mangos, fruto de una indemnización con olor a extorsión. Se patinó la guita en un viaje a Punta Cana (todavía tiene la foto de perfil con un coco en la mano).
A los 28 años se fue de la casa de sus viejos. En la actualidad alquila en la 5ta cerca del Parque. No sabe que hacer de su vida, pero se come el personaje de fina. Se refiere a sus amigas sin el artículo adelante, y cuando atiende al público habla con una papa en la boca. Si bien está fuerte, sabe que si se descuida está a punto de convertirse en un gato viejo. A falta de Príncipe Azul se anotó en Crossfit a ver si se levanta un tipo que la salve.
Moraleja, si el día de mañana tenés una hija y no te da el orto para mandarla a Disney, no hagas un esfuerzo sobrenatural. Las consecuencias pueden ser nefastas.
*Los hechos y/o personajes de ésta historia son fruto de la imaginación del autor, cualquier semejanza con la historia personal de Claudia, mi vecina de Dorrego es pura coincidencia.
NO TE DETENGAS - WALT WHITMAN
No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima,
nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
Tu puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre.
No caigas en el peor de los errores:
el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes.
Huye.
“Emito mis alaridos por los techos de este mundo”,
dice el poeta.
Valora la belleza de las cosas simples.
Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas,
pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta del pánico que te provoca
tener la vida por delante.
Vívela intensamente,
sin mediocridad.
Piensa que en ti está el futuro
y encara la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes puedan enseñarte.
Las experiencias de quienes nos precedieron
de nuestros “poetas muertos”,
te ayudan a caminar por la vida
La sociedad de hoy somos nosotros:
Los “poetas vivos”.
No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas.
EL SEMINARISTA DE LOS OJOS NEGROS
Desde la ventana de un casucho viejo
abierta en verano, cerrada en invierno
por vidrios verdosos y plomos espesos,
una salmantina de rubio cabello
y ojos que parecen pedazos de cielo,
mientas la costura mezcla con el rezo,
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.
Baja la cabeza, sin erguir el cuerpo,
marchan en dos filas pausados y austeros,
sin más nota alegre sobre el traje negro
que la beca roja que ciñe su cuello,
y que por la espalda casi roza el suelo.
Un seminarista, entre todos ellos,
marcha siempre erguido, con aire resuelto.
La negra sotana dibuja su cuerpo
gallardo y airoso, flexible y esbelto.
Él, solo a hurtadillas y con el recelo
de que sus miradas observen los clérigos,
desde que en la calle vislumbra a lo lejos
a la salmantina de rubio cabello
la mira muy fijo, con mirar intenso.
Y siempre que pasa le deja el recuerdo
de aquella mirada de sus ojos negros.
Monótono y tardo va pasando el tiempo
y muere el estío y el otoño luego,
y vienen las tardes plomizas de invierno.
Desde la ventana del casucho viejo
siempre sola y triste; rezando y cosiendo
una salmantina de rubio cabello
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.
Pero no ve a todos: ve solo a uno de ellos,
su seminarista de los ojos negros;
cada vez que pasa gallardo y esbelto,
observa la niña que pide aquel cuerpo
marciales arreos.
Cuando en ella fija sus ojos abiertos
con vivas y audaces miradas de fuego,
parece decirla: ¡Te quiero!, ¡te quiero!,
¡Yo no he de ser cura, yo no puedo serlo!
¡Si yo no soy tuyo, me muero, me muero!
A la niña entonces se le oprime el pecho,
la labor suspende y olvida los rezos,
y ya vive sólo en su pensamiento
el seminarista de los ojos negros.
En una lluviosa mañana de inverno
la niña que alegre saltaba del lecho,
oyó tristes cánticos y fúnebres rezos;
por la angosta calle pasaba un entierro.
Un seminarista sin duda era el muerto;
pues, cuatro, llevaban en hombros el féretro,
con la beca roja por cima cubierto,
y sobre la beca, el bonete negro.
Con sus voces roncas cantaban los clérigos
los seminaristas iban en silencio
siempre en dos filas hacia el cementerio
como por las tardes al ir de paseo.
La niña angustiada miraba el cortejo
los conoce a todos a fuerza de verlos...
tan sólo, tan sólo faltaba entre ellos...
el seminarista de los ojos negros.
Corriendo los años, pasó mucho tiempo...
y allá en la ventana del casucho viejo,
una pobre anciana de blancos cabellos,
con la tez rugosa y encorvado el cuerpo,
mientras la costura mezcla con el rezo,
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.
La labor suspende, los mira, y al verlos
sus ojos azules ya tristes y muertos
vierten silenciosas lágrimas de hielo.
Sola, vieja y triste, aún guarda el recuerdo
del seminarista de los ojos negros...
PARA QUE EMILIA SEPA CÓMO ESTAMOS - JUAN SOLA
Mi abuela, que no era mujer y vieja de balde, me dijo una vez:
-M'hija, si usted supiera que la felicidad vive en una de las casas del pueblo, pero no supiera en cuál, ¿qué haría?
Yo habré tenido diecisiete y me acuerdo que me quedé pensando un rato largo. Cuando abrí la boca para responder, ella me ganó de mano. Era ansiosa Emilia.
-Iría a tocar timbre casa por casa, hasta encontrarla, ¿o no?
-Mhm, y sí-, respondí y se me escapó una carcajada. Siempre me habían parecido fabulosas las cosas con las que me salía la vieja. Le palmeé el brazo y le dije tomá el café, abuela. Después le sonreí un ¿querés un pan con manteca? y comencé a preparárselo antes de que respondiera.
-Y dígame una cosa, m'hija, ¿hace cuánto que está tocando timbre en la misma casa y no la atienden?
Me acuerdo que después de eso, hizo silencio y siguió tomando el café con leche y fue como si todos los vecinos del monoblock se hubiesen tomado el café con leche al mismo tiempo, porque no escuché más nada, como si se hubiera apagado el barrio.
Emilia sabía que yo no quería ser maestra y que no tenía idea de cómo decírselo sin que el corazón se le extinguiera un poco. También sabía que ella no había querido ser muchas cosas cuando tenía mi edad y eso la había llevado lejos de su casa, por eso me dejó ir. Y como ambas odiábamos las despedidas, esa fue la última vez que nos vimos.
Hoy pensé en escribirle una carta para contarle cómo estábamos porque anduve vendiendo las enciclopedias por el Santa Rita hasta tarde.
Quería contarle que hoy, Andrea cumple quince y que Julio fue a ver si don Acosta quería que le corte el pasto, como para juntar algo, como para hacerle una tortita, por lo menos. Para salir del paso, como dice él.
Le hubiese escrito sobre el atardecer en el Santa Rita. Las casitas, que son todas verdes, se van encendiendo de a una, como las luciérnagas entre los yuyos. Yo iba por las vereditas, volviendo de no vender nada, pensando en que ni para la torta le había podido juntar a la gorda y en que ojalá don Acosta haya necesitado que Julio le cortara el pasto.
Me mordía los labios para no llorar, no pude ni decirle buenas noches al chofer del colectivo. Le puse las monedas en la mano y fui a sentarme en el último asiento, apretando el boleto con la misma rabia que sentí cuando el padre de dos nenas que me habían abierto la puerta me dijo que me compraba un librito si le chupaba la pija. Su mujer estaba ahí y no dijo nada, pero me miró y con los ojos me dijo que me escape.
Te juro que toqué todos los timbres, Emilia, pero la felicidad no estaba en ninguna casa. Yo no sé (y quisiera que me cuentes) qué te imaginaste cuando pensaste en la felicidad, la tarde que nos vimos por última vez. Para mí, en este momento, la felicidad tiene forma de una torta de cumpleaños que no pude comprar.
El colectivo me dejó a seis cuadras, pero a esta hora las cuadras son kilométricos corredores oscuros de este lado de la ciudad. Lo único que quiero es llegar a casa, prepararme un mate y ponerme el vestido más lindo que tengo para que la nena no se olvide que hoy es su cumpleaños, aunque no haya torta.
Entré y vi a Julio sentado en el sillón con Andrea y Lucas, esperándome a mí, que no sabía dónde poner mis manos que no traían nada.
Los nenes hicieron la cena, me dijo él, mientras tus nietos me besaban. A Andrea la abracé un poco más y cuando ellos se fueron para la cocina, con Julio nos miramos. Él también tenía ganas de llorar. No estaba don Acosta, me dijo como pudo, y puso los ojos en la tele.
Me maquillé y me puse un vestido que era de mamá y lo mandé a Julio a peinarse y prendí velas y lucecitas de Navidad. A los chicos les encantó y enseguida nos acordamos de la Navidad que te quedaste encerrada en el baño de atrás como una hora y nadie se animaba a ir a golpear la puerta porque pensamos que te había caído mal el vitel toné. Nos cagamos de risa, Emilia. Tu nieta es una guacha, se puso a imitarte cuando saliste re caliente, ¿te acordás? Nos empezaste a echar a todos y el Agustín, que estaba re mamado, te abrazaba y te decía ¡perdón, abuela, mirá si te nos ibas! Julio se quedó sin aire de tanto reírse. Después, Lucas se acordó de cuando lo agarraste tirando huevos por el balcón para ver si salía un pollito y le dijiste que aparte de castigarlo por romper los huevos, lo castigabas por boludo, porque si llegaba a salir un pollito se iba a hacer sorete contra el suelo. Aproveché tanta carcajada para soltar todas las lágrimas.
Hoy me hiciste falta, Emilia.
Cuando nos terminamos los fideos al pesto que hicieron los chicos, brindamos por Andrea y también brindamos por vos y después yo pedí perdón, porque ni para la torta había conseguido. Entonces, Andrea apagó las luces y salió corriendo para la cocina. ¡Casi me infarto de la risa, Emilia! Volvió cantando el feliz cumpleaños, sosteniendo un racimo de bananas con las manos en bandeja, ¡y encima de las bananas había clavado una velita! Los varones cantaron con ella, pero yo no pude, porque no podía parar de reírme. Me levanté y la llené de besos y lágrimas y la abracé fuerte, muy fuerte. La abracé por las dos.
Ella pidió tres deseos, apagó la vela y nos dio una banana a cada uno. Te juro que ninguna torta podía ser más rica que esa banana, Emilia. La puta que hoy me hiciste falta, che. Hoy me hubiese encantado hacerte un café con leche. Hoy me hubiese gustado poder contarte que por fin encontré la casa donde vive la felicidad y que no tengo que tocar el timbre para que me abra la puerta.
MUERE LENTAMENTE - MARTHA MEDEIROS
Muere lentamente quien se transforma en esclavo del hábito, repitiendo todos los días los mismos trayectos, quien no cambia de marca, no arriesga vestir un color nuevo y no le habla a quien no conoce.
Muere lentamente quien hace de la televisión su gurú.
Muere lentamente quien evita una pasión, quien prefiere el negro sobre blanco y los puntos sobre las "íes" a un remolino de emociones, justamente las que rescatan el brillo de los ojos, sonrisas de los bostezos, corazones a los tropiezos y sentimientos.
Muere lentamente quien no voltea la mesa cuando está infeliz en el trabajo, quien no arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien no se permite por lo menos una vez en la vida, huir de los consejos sensatos.
Muere lentamente quien no viaja, quien no lee, quien no oye música, quien no encuentra gracia en sí mismo.
Muere lentamente quien destruye su amor propio, quien no se deja ayudar.
Muere lentamente, quien pasa los días quejándose de su mala suerte o de la lluvia incesante.
Muere lentamente, quien abandona un proyecto antes de iniciarlo, no preguntando de un asunto que desconoce o no respondiendo cuando le indagan sobre algo que sabe.
Evitemos la muerte en suaves cuotas, recordando siempre que estar vivo exige un esfuerzo mucho mayor que el simple hecho de respirar.
Solamente la ardiente paciencia hará que conquistemos una espléndida felicidad.
DE TIEMPOS Y OCEANOS - MARIO BENEDETTI
Cuando eramos niños
los viejos tenían como treinta
un charco era un océano
la muerte lisa y llana
no existía
Luego cuando muchachos
los viejos eran gente de cuarenta
un estanque era un océano
la muerte solamente
una palabra
Ya cuando nos casamos
los ancianos estaban en cincuenta
un lago era un océano
la muerte,era la muerte
de los otros
Ahora veteranos
ya le dimos alcance a la verdad
el océano es por fin el océano
pero la muerte empieza a ser
la nuestra...
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